Newton y las plantas
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Newton y las plantas
El naturalista dejó por escrito sus ideas sobre la circulación del agua en las plantas dos décadas antes de su famosa ley.
A Newton le conocemos por su famosa ley de la gravedad, que establece que la fuerza con que se atraen dos cuerpos es mayor cuanto más voluminosos son y menor a medida que aumenta la distancia entre ellos. Esa ecuación, una de las que cambiaron el mundo, la dio a conocer en 1687. En la mente de todos nosotros, su descubrimiento está indefectiblemente asociado con la famosa manzana que cayó del árbol y le hizo cavilar sobre la famosa ley que nos mantiene pegados al suelo.
Sin embargo, tal vez este fruto, empeñado en formar parte de muchas historias, sólo fuera el broche de una idea que venía gestándose ya en la mente del naturalista. Dos décadas antes de la “presentación en sociedad “ de su famosa ley de gravitación universal, Newton andaba intrigado por la forma en que las plantas lograban transportar el agua desde sus raíces hasta las hojas, saltándose aparentemente la ley que después enunciaría.
Lo cuenta David Beerling, del Departamento de Ciencias Animales y Plantas de la Universidad de Sheffield (Reino Unido) en “Nature Plants”, donde se reproducen unas anotaciones del cuaderno de notas que Newton tenía en su época de estudiante, entre 1661 y 1665. Como persona muy metódica, lo que se refleja también en su caligrafía, en él dejaba por escrito sus ideas y reflexiones sobre los muchos temas que le intrigaban.
Entre esas ideas, una pretendía explicar precisamente cómo las plantas son capaces de extraer agua y nutrientes del suelo a través de las raíces y “subirla” hasta sus tallos en ausencia de un sistema de bombeo semejante al corazón de los animales. Para solucionarlo Newton proponía como motor a la luz, que empujaría las moléculas de agua hasta los “poros” de las hojas, donde al evaporarse crearían una fuerza de succión capaz de mantener la circulación de la savia de las plantas. Esa idea se adelantó en dos siglos a la explicación aceptada actualmente. Hoy sabemos que la luz, como motor de la fotosíntesis de las plantas, es la que hace posible la transpiración, que a su vez permite el movimiento de los nutrientes y el agua desde las raíces a las hojas gracias al “sistema circulatorio” de los vegetales, ya sean hierbas hierbas o los árboles más altos del planeta.
Beerling no descarta que Newton construyera un rudimentario microscopio que le facilitara sus observaciones. Incluso pensó en el proceso de crecimiento, que dedujo que se detendría cuando los conductos de la planta fuera lo suficientemente estrechos para impedir la circulación de la savia. De nuevo, una idea intuitiva que hoy se sabe que determina el tamaño máximo que pueden alcanzar los árboles.
Por lo que demuestran estas pocas líneas en su cuaderno de estudiante, la brillante mente de Newton no pudo resistirse a los misterios que plantea el apasionante mundo de las plantas.
Sin embargo, tal vez este fruto, empeñado en formar parte de muchas historias, sólo fuera el broche de una idea que venía gestándose ya en la mente del naturalista. Dos décadas antes de la “presentación en sociedad “ de su famosa ley de gravitación universal, Newton andaba intrigado por la forma en que las plantas lograban transportar el agua desde sus raíces hasta las hojas, saltándose aparentemente la ley que después enunciaría.
Lo cuenta David Beerling, del Departamento de Ciencias Animales y Plantas de la Universidad de Sheffield (Reino Unido) en “Nature Plants”, donde se reproducen unas anotaciones del cuaderno de notas que Newton tenía en su época de estudiante, entre 1661 y 1665. Como persona muy metódica, lo que se refleja también en su caligrafía, en él dejaba por escrito sus ideas y reflexiones sobre los muchos temas que le intrigaban.
Entre esas ideas, una pretendía explicar precisamente cómo las plantas son capaces de extraer agua y nutrientes del suelo a través de las raíces y “subirla” hasta sus tallos en ausencia de un sistema de bombeo semejante al corazón de los animales. Para solucionarlo Newton proponía como motor a la luz, que empujaría las moléculas de agua hasta los “poros” de las hojas, donde al evaporarse crearían una fuerza de succión capaz de mantener la circulación de la savia de las plantas. Esa idea se adelantó en dos siglos a la explicación aceptada actualmente. Hoy sabemos que la luz, como motor de la fotosíntesis de las plantas, es la que hace posible la transpiración, que a su vez permite el movimiento de los nutrientes y el agua desde las raíces a las hojas gracias al “sistema circulatorio” de los vegetales, ya sean hierbas hierbas o los árboles más altos del planeta.
Beerling no descarta que Newton construyera un rudimentario microscopio que le facilitara sus observaciones. Incluso pensó en el proceso de crecimiento, que dedujo que se detendría cuando los conductos de la planta fuera lo suficientemente estrechos para impedir la circulación de la savia. De nuevo, una idea intuitiva que hoy se sabe que determina el tamaño máximo que pueden alcanzar los árboles.
Por lo que demuestran estas pocas líneas en su cuaderno de estudiante, la brillante mente de Newton no pudo resistirse a los misterios que plantea el apasionante mundo de las plantas.
Fuente: ABC.es
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